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Orsai, la revista

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Todo comenzó hará cosa de algunos meses. Hernán Casciari, un afamado escritor argentino que hace más de una década partió a España en busca de pastos más verdes, decidió así sin más —quizás no, pero lo parecía— quemar sus naves y lanzarse, junto con otros amigos igual de locos que él, a publicar una revista literaria titulada igual que su célebre blog, Orsai. Pero una revista de verdad. De papel. En impresión offset a color y papel couché de alta calidad. Y sin intermediarios ni publicidad ni amarres de ningún tipo, vendida directamente a quien quisiera adquirirla y por un monto realmente simbólico (15 periódicos sabatinos de tu país). Para el horror inicial de su esposa y el estupor de todos los demás. ¿Realmente habían perdido la cabeza, o estábamos por presenciar el primer brote de genialidad absoluta en mucho tiempo en el ámbito literario moderno e hispanohablante?

Así las cosas, quien esto escribe y poco más de otros diez mil cómplices repartidos por el orbe (no hay que minimizar el poder de convocatoria del señor Casciari) decidimos contribuir financieramente con la materialización de este sueño, algunos movidos quizás porque tenemos nuestras propias quijotadas que esperamos rentabilizar algún día y por tanto vemos en ello una inversión en karma; los más, porque aunque no supiéramos ni qué iba a haber de contenido ni qué aspecto tendría la revista, de algo sí podíamos estar seguros: el producto que recibiríamos a cambio sería de altos vuelos, o al menos interesante.

Ayer recibí por fin uno de los 10,080 ejemplares impresos del primer número (gracias Marcial). Al empezar a hojear las doscientas y pico páginas de la revista, me vino ese sentimiento único e irrepetible de cuando hace más de 15 años siendo estudihambre de la UCR tuve acceso a una de las revistas más geniales que se hicieron jamás en el microcosmos de San Pedro: Kassandra, del filósofo Jorge Jiménez. Básicamente una revista donde hacían lo que se les venía en gana; poesía, literatura subversiva, collages incendiarios donde no dejaban títere con cabeza, y cero censura de toda índole. Aún atesoro varios de los ejemplares de esa revista.

Haciendo fast forward al tiempo, podría decir fácilmente que Orsai es lo que Kassandra podría haber sido si diez mil almas les hubieran donado la plata de quince periódicos del sábado, y con un sentido de estética, diseño y calidad que no tiene absolutamente nada que envidiar a publicaciones como SoHo o Graphis. Casi cada artículo está emparentado con el trabajo de un ilustrador que complementa a cabalidad la palabra escrita, y entre los artículos tenemos “sobremesas” y “entradas” de carácter transitivo y que se antojan como si fueran la opción de comentarios de un DVD. Aunque algunos han criticado la ausencia de un índice de contenido en la revista, me parece perfectamente posible que esta fuera una omisión a propósito, pues a través de los intermedios y el orden de los artículos pareciera que la intención siempre fue que la revista se leyera de un sólo tirón, de inicio a fin. Lo cual no es difícil de imaginar, pues el contenido es sumamente adictivo y atrapante.

Obviamente no fue así como comencé a leer la revista. Sin embargo y para que se den una idea del tipo de material, sumario de algunos artículos que ya he leído. La crónica del deportado es quizás el artículo más alucinante: para realizarlo, Casciari y compañía le pagaron a un periodista tan demencialmente loco que es un genio, Alejandro Seselovsky, un ticket de Argentina a España para hacerse detener por las autoridades madrileñas como un sudaca más y así poder contar de primera mano lo que les sucede a quienes caen en la desgracia de ser deportados de regreso a sus países. Igualmente disfruté el conocer sobre Henry Darger, quizás el artista más outsider entre los outsiders de Estados Unidos, y el atrevimiento del joven Albert Casals de hacer del mundo entero su hogar sin preocuparte por el mañana te hace reflexionar si acaso nos hemos vuelto demasiado temerosos de vivir de verdad la vida.

En el campo visual, que Orsai ofrece en proporciones generosas, me han gustado los bocetos de Horacio Altuna. Por fin sé que existe otro referente obligatorio para el cómic erótico además de Milo Manara, así como las ilustraciones del peruano César Carpio para el texto de Rafa Fernández, que no es el pintor criollo obviamente.

No sabría decir si la revista superó mis expectativas porque la verdad expectativas no tenía. Estaba abierto a recibir lo que fuera. Pero sí hay que decir que, para un proyecto absolutamente cero comercial, impulsado solamente por la voluntad de unos cuántos poco cuerdos y muchos otros cómplices, los resultados han sido simplemente sorprendentes, y ojalá sienten un profundo precedente en el ámbito de las publicaciones impresas. Para muchos que soñamos con vivir algún día dignamente de nuestras creaciones, estos tiempos que corren son inciertos y confusos, pero igualmente maravillosos. Y aquí tenemos un ejemplo de lo que se nos viene.

Sin hablar del segundo número.


Esta publicación y sus contenidos son © 2011 Alberto Gonzalez, a menos que se mencionen otras fuentes.
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